Esa carta fue lo peor de su trabajo

Juan Pedro vio el sobre de la carta.

Era del juzgado.

La abrió con desconfianza.

Nadie espera este tipo de cartas.

Empezó a leer…

Se puso pálido.

Le citaban para declarar como imputado por un delito.

Delito…

Delito…

Delito…

Es una palabra fea.

Pero cuando te acusan a ti, es mucho peor.

Significa que alguien quiere meterte en la cárcel.

Juan Pedro estaba temblando.

Era socio de una empresa de fabricación de productos alimentarios.

Unos meses antes, una trabajadora sufrió un accidente con una máquina.

Se saltó las seguridades de la máquina para limpiarla más rápido.

Y perdió un trozo de dedo.

En un momento.

Después del lío inicial, gritos, llamadas, hospital…

La trabajadora reconoció que fue la responsable del accidente.

Pero pasado un tiempo, llegó la carta.

Había cambiado de opinión.

O alguien le dijo que podría sacar una buenta tajada.

Total…

Que después de mucho tiempo entre abogados y declaraciones…

La verdad salió a la luz.

La trabajadora había declarado que las seguridades de la máquina no habían funcionado.

Para no alargarte la historia, voy directo al final.

La jueza dictaminó que Juan Pedro era inocente.

Hubo una prueba que aceleró el juicio.

Un documento:

El historial de revisiones y reparaciones de la máquina.

Estaba muy detallado.

Con toda la información relevante, y más.

Y el autor de ese historial solo tuvo que hacer una declaración de diez minutos ante la jueza.

Porque lo que habló sin palabras fue el libro de historial mantenimiento de la máquina, con un informe de cada revisión o intervención que se había hecho.

Fechas, material utilizado, detalles sobre cada intervención…

Esta historia es real.

Solo he cambiado los nombres, por privacidad.

¿Por qué conozco esta historia?

Porque yo era el técnico que hacía el mantenimiento de esa máquina.

Yo fui quien declaró en el juzgado.

Yo fui quien pulsó el botón de imprimir y entregó el historial de mantenimiento.

Ya hace bastante tiempo…

Todavía recuerdo el tono de voz de la jueza.

Y todavía guardo la copia de mi declaración.

Se me ponen los pelos de punta cuando la veo.

Fue un tema muy desagradable.

Sobre todo porque una persona vivirá el resto de su vida con un trozo menos de dedo.

Aunque fuera culpa suya, sigue siendo una putada.

Lo bueno de todo esto es la gran lección que aprendí.

Documentar los trabajos no solo sirve para justificar las horas ante el jefe o el cliente.

Puede ser la clave para evitarte ir a la cárcel, y muchos otros problemas.

Las palabras no tienen mucho valor.

Mejor tenerlo todo por escrito.

Y yo lo tenía todo.

Solo tuve que elegir la máquina de una lista, y pulsar el botón de imprimir.

Caso cerrado.

PD: Si quieres saber qué herramienta es la que usé, usaba y uso para documentar mi trabajo, escríbeme y te lo cuento.


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