Soy subnormal.
En el sentido despectivo de la palabra.
Y cuando te lo explique estarás de acuerdo conmigo.
Durante toda mi vida profesional, he tenido la oportunidad de vivir muy bien.
Ganar mucho trabajando poco.
Sin complicaciones.
Resolver siempre el mismo tipo de problemas es fácil.
Unos meses de adaptación y aprendizaje…
Y después solamente hay que repetir un trabajo que ya se domina.
Pues yo hago lo contrario.
Cuando veo que no puedo aprender más sobre algo, me apetece cambiar.
Porque soy subnormal.
Pero eso no es lo peor.
Me encanta crear sistemas.
Sistemas que facilitan el trabajo y ahorran errores…
A los demás.
Cuando implanto un nuevo sistema para algún cliente, ahorro mucho trabajo a muchas personas.
Y, lógicamente, también les ahorro dinero.
No una vez.
Cada día, durante muchos años.
Pero como soy subnormal, yo solo cobro una vez.
No me aprovecho de la situación.
Pero eso no es lo peor.
Para implantar un sistema, yo me como la cabeza.
Tengo que tener muy claro cuál es la forma de hacer las cosas bien desde el principio.
Porque si no se hace bien, hay que volver atrás muchas veces.
Y no quiero, porque sé que eso desgasta y desmotiva.
Por eso me pego el curro de planificarlo todo muy bien.
Hago el esfuerzo yo, para que no tengan que esforzarse otros.
Porque soy subnormal.
Pero eso no es lo peor.
Lo peor es que lo sé.
Y lo peor es que no me importa.
Y algunos de mis clientes lo saben.
Y se aprovechan.
Y eso tampoco me importa.
Al contrario.
Porque soy subnormal.
Me gusta que cuenten conmigo para resolver los problemas más complejos.
También tengo clientes que no lo saben.
No son conscientes de cuánto se pueden aprovechar de mí.
Gracias a ellos me queda tiempo para respirar.
Si todo el mundo supiera lo subnormal que soy, todos querrían trabajar conmigo.
Para que les quitase el trabajo duro, y les dejase los sistemas listos para trabajar mejor sin hacer ningún esfuerzo.
Mi subnormalidad no tiene límites.
Bueno, sí tiene uno:
El tiempo.
No puedo atender a muchos clientes a la vez.
Soy subnormal, pero mi día tiene las mismas horas que el tuyo.
Por eso, quien quiera aprovecharse de mí, debe espabilarse.
Si no aprovecha la oportunidad, puede que nunca llegue a trabajar conmigo.
Y soy tan subnormal, que encima te lo cuento.
Para que sepas que puedes aprovecharte de mí para facilitarte el trabajo.
Que solo contándome tu situación y los obstáculos que quieres resolver, yo me comeré la cabeza para buscar la mejor forma de ayudarte.
Que además lo haré buscando la forma de que amortices la inversión lo antes posible.
Que, encima, el trabajo chungo me lo comeré yo.
Y que tú solo tendrás que disfrutar de los beneficios.
¿A que ahora estás de acuerdo en que soy subnormal?
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